Ser infiel es una decisión individual. Cada quien tiene la capacidad de decidir si es infiel o no. Se han identificado algunos factores que dan una idea de lo que sucede para que se complete el proceso de infidelidad. La comunicación es uno de los primeros elementos que se pueden identificar. Por ejemplo, cuando la rutina se vuelve tan absorbente y deja de haber comunicación en la pareja, y no se comentan inquietudes o molestias entre la pareja, es posible que alguno de los dos encuentre en un tercero cómo llenar ese hueco que se generó al interior de la pareja.
En otros casos, la convivencia con alguna persona fuera del matrimonio se vuelve tan intensa y emocional, que se vive un verdadero proceso de enamoramiento, rompiendo la relación del matrimonio desde su raíz.
Son contadas las personas que verdaderamente padecen alguna incapacidad que les permita comprometerse con una sola pareja. Su necesidad por llenar algún vacío, o satisfacer alguna compulsión, es tan intensa que verdaderamente no puede contenerse. Pero estos son los menos. O existen quienes viven alguna experiencia de infidelidad por simple y mera curiosidad. Simple y mera atracción física y curiosidad. Lo que popularmente se conoce como “una canita al aire”, o también como “una aventura”. Ahora que esto no le resta gravedad, siendo que quien fue infiel alivia su culpa justificándose con ideas como que “solo fue una noche”, “solo fue una vez”, “solo fue por curiosidad”, y con esto evade su responsabilidad. Al menos eso intenta, y eso cree.Lo que es un hecho, es que cuando la infidelidad se presenta en la pareja, el integrante de la pareja al que le fueron infiel vive un proceso que puede dañar su autoestima, su seguridad, su confianza en si mismo. La terapia puede ayudarle.
Pese a que la diferencia entre estudios es importante, la mayoría coincide en apuntar que entre el 40 y el 50% de los adultos ha sido infiel alguna vez en su vida. La cifra varía según los países. En España la última encuesta del CIS, de 2008, apuntaba a que el 20% de los españoles, hombres y mujeres, habían tenido alguna relación sexual con alguien que no era su pareja, pero los sociólogos insisten en que la cifra debe ser a la fuerza mucho mayor, y podría estar aumentando.
Para ciertas personas, los actos de infidelidad son comparables a una diversión intrascendente, mientras que para otras se constituye en una experiencia única, un hito vital, a partir del cual se establece un antes y un después en la pareja, principalmente por la instauración del secreto y el ocultamiento propios de la misma.
En sentido estricto, la infidelidad implica la ruptura unilateral de cualquier compromiso asumido consciente y voluntariamente. En esta perspectiva, cualquier acción u omisión que afecte adversamente a algunos de los términos explícitos del contrato matrimonial o los implícitos de un convenio no legal (noviazgo o convivencia) podría y debiera calificarse como conducta infiel. (Martínez M., 2006), Peisekovivius (1999) la define como: “rompimiento de un acuerdo, el resquebrajamiento de la confianza y la traición a una relación”. Como señala Salmerón (2005) se entiende por infidelidad, relaciones extraconyugales, amantes, etc., a la relación fuera del lazo conyugal que uno de los miembros establece con otra persona, del mismo sexo o del sexo opuesto, y con quien obtiene algún tipo de relación amorosa -no solamente genital-, sea ésta a corto o a largo plazo. En este sentido, el tema de la infidelidad no puede ser abordado como una entidad en sí misma, sino que tiene que ser comprendida en el contexto de la pareja. Como puede observarse, en esta definición Salmerón (2005) menciona otro tipo de relaciones extramaritales en donde no es lo primordial la genitalidad sino la necesidad de sentirse escuchado y atendido por otra persona.
La infidelidad se refiere, popularmente, a las relaciones amorosas, a corto o largo plazo, establecidas con personas distintas del vínculo oficial que a menudo se mantienen en secreto por considerarse como una amenaza a la institución familiar. (Salmerón, 2013).
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